laberinto steinberg

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camino de la vida

jueves, 19 de enero de 2012

MI COLEGIO

Cuando era niña me consideraba una persona, ante todo, FELIZ, supongo que como casi todos nosotros, como una niña cualquiera. Sin embargo era una niña diferente de mis amigas del barrio o de mis primo/as. Mis amigos iban al colegio del barrio donde vivía, solo tenían que cruzar la calle pues estaba a apenas 50 mts. de mi casa. Recuerdo que iban cargados con mochilas llenas de libros y que cuando volvían a casa no podían bajar a jugar a la calle hasta que no hubiesen acabado sus deberes (como casi todos los niños hoy en día, han pasado 30 años y todo sigue básicamente igual). Les recuerdo jugando “agobiados” porque les faltaba terminar cosas para el día siguiente. A veces me miraban con un poco de envidia y me decían: “tú no aprendes nada en tu cole porque nunca estudias. Te vas a volver una ignorante y no vas a llegar ni al instituto.” Yo les miraba asombrada porque no sentía ninguna diferencia intelectual con respecto a ellos. A veces les miraba con recelo cuando en septiembre volvían a casa con sus libros recién comprados, sus carpetas y demás material escolar de los personajes de moda, etc., también cuando podían volver a casa a comer y regresar después al cole.

Mi colegio era diferente, yo lo sabía, pero en esencia no sabía por qué. Yo me tenía que levantar más temprano que mis amigos, porque para ir a “mi cole” había que coger el coche. Ahora nos puede parecer normal, pero en los años 80 que tu madre cogiera el coche para llevarnos a mí y a mis hermanos al colegio, no era nada normal en un barrio de periferia de clase media. De hecho la mayoría de las madres de mis amigos no trabajan ni conducían.

Material escolar. En mi cole no había libros de texto, ni tampoco teníamos que llevar mochila. Todo lo que necesitábamos estaba en clase. Todos usábamos los libros de clase comunes como consulta pero se nos enseñaba a no escribir en ellos y a tratarlos bien para que el año siguiente sirvieran a los compañeros del curso inferior. Nuestro material escolar era igual para todos, carpeta, bolis, materiales varios, etc. Recuerdo que en cada clase había un “delegado de material”, que cuidaba de repartir el material y de reponerte los bolis y lápices cuando se te gastaban. A todos nos encantaba ese cargo. Más tarde comprendí que ese sistema de usar las cosas te enseña valores como; respeto, equidad, tolerancia, democracia, ecología, compartir, cuidar, etc. Además teníamos muchas más cosas juntos de las que podía comprar una familia para un solo hijo porque las compartíamos.

Método. Como he dicho en mi colegio no había libros de texto y las asignaturas estaban totalmente conectadas unas con otras. Los profesores se coordinaban entre sí para enseñarnos en todas las asignaturas un “tema” general que duraba dos o tres semanas y que estudiábamos a través de fichas que ellos mismos elaboraban, actividades especiales dentro del aula, una excursión sobre el tema a tratar, y mucho, mucho trabajo en grupo dirigido cuando éramos más pequeños y de investigación por nuestra cuenta cuando éramos un poco más grandes. Recuerdo cómo hacíamos entrevistas a padres que sabían sobre el “tema”, buscábamos en la biblioteca, etc. Finalizaba el “tema” con una exposición por equipos de los objetivos del tema alcanzados y una pequeña parte individual que podía consistir en una exposición oral o en un control (examen). Nunca, salvo que tuviésemos que hacer trabajos con las familias (nuestros padres tenían que estar a la fuerza muy implicados en nuestro proceso de aprendizaje) llevábamos “deberes a casa”. Eso sí, todas las semanas teníamos que leer un libro y hacer su correspondiente ficha de lectura y reflexión personal.

Trabajo en grupo. La clase se dividía en equipos de trabajo de 5 alumnos cada uno. Nos sentábamos por equipos y el profesor tenía su mesa en el centro de la clase para poder atender a todos los equipos por igual, éramos como sus satélites. En cada equipo elegíamos un representante, que se usaba para contar/contarnos lo que había que hacer o para ponerse de acuerdo con los otros representantes para una actividad global. Los equipos cambiaban cada trimestre (3/año) y los cambiaba el profesor eligiendo siempre un alumno destacado, uno con algún problema, y dos o tres medios, se trataba que hubiese igualdad por sexos. Eran grupos heterogéneos pero las diferencias nos enriquecían. Todos opinábamos y participábamos a veces en nuestro equipo, a veces en la clase y a veces individualmente. Además, Todos teníamos que ser representantes en algún momento. Además en todas las clases había algún alumno de necesidades especiales (a veces S. Down, discapacidad motriz o intelectual, etc.) La tolerancia, el respeto, la unidad, la diversidad bien enfocada, eran esenciales para el buen funcionamiento del equipo, y de eso dependía la mayor parte de tu calificación, pues era global al equipo.

Creatividad. Un día a la semana, los viernes por la tarde, los dedicábamos a talleres. Este era el “premio” a toda la semana de trabajo. Cada uno, independientemente del curso al que perteneciera se apuntaba a un taller, había muchos y todos teníamos que pasar por todos. Te juntabas con niños mayores y menores que tú. Conocías a todo el colegio porque en una u otra ocasión coincidías en algún taller. Había de imprenta, de cocina, de inventar juguetes, de experimentos, de pintura, de cerámica, de telares y muchos más. La creatividad de todos los niños se desbordaba en estos talleres, era genial, el mejor momento del cole.

Ahora es fácil saber por qué me consideraba una niña feliz. Para mi ir al colegio era lo mejor que me pasaba en el día, me sentía parte importante de un “todo”, mis compañeros me necesitaban y yo a ellos para construir mi aprendizaje. Para mí aprender apenas suponía esfuerzo, era más bien “trabajo”, pero de forma activa, divertida e intuitiva. Me enseñó a ser responsable, tolerante, abierta al medio, autogestora de mi aprendizaje, tenía dentro del microsistema escuela otros microsistemas más pequeños, “equipo” y “clase”, y la relación continua con todos ellos nos hacía más independientes, más autónomos, construíamos nuestro conocimiento. Esto hizo que pudiera aprender desde muy pronto mecanismos, herramientas que me han funcionado siempre, a lo largo de mi vida, en mi carrera, en mi profesión y sobre todo ahora como futura docente.

Sin saberlo tuve la suerte de participar en una “Comunidad de Aprendizaje”. Fue un aprendizaje Colaborativo/cooperativo, todos participábamos y nos responsabilizamos de nuestro propio aprendizaje y del de los demás.

Hasta que no fui madre (tengo un niño de 6 años) no volví a pensar en las maneras de enseñar-aprender. Fue entonces cuando decidí que quería para mi hijo al menos lo mismo que tuve yo en mi infancia. Ahora él asiste al mismo colegio que fui yo, en el que siguen llevando el mismo sistema de enseñanza que hace 30 años comenzó con mi generación, a pesar de ser un colegio público de la Comunidad de Madrid, con lo que “políticamente” implica eso en cuanto a tener que luchar contra un sistema al que no le gustan estos métodos, no sé si por comodidad, por conformismo, por tradición, por falta de espíritu de cambios, en fin, ese es otro asunto que no tenemos que tratar hoy.

4 comentarios:

  1. ¡Me encanta tu blog y me encanta el colegio de nuestros niños y su filosofía!

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  2. En esta época en la que tan de moda está la escuela privada/concertada y tan desprestigiada la pública no sólo por políticos sino por ciudadanos de toda clase social, aplaudo, celebro, abogo y sobre todo confío la educación de mi hijo en un centro público como el Príncipe de Asturias.
    Me encantaría poder trasladar este método a todos los coles, mientras espero y de algún modo participo(soy docente)cada vez que alguien me dice lo bien educado que está mi hijo, sólo me entran ganas de responder: "Es que va a la escuela pública"
    Quiero pensar que muchos padres fomentan ese amor por lectura y ese gusto por aprender para saber o viceversa y que de algún modo compensan y suplen las carencias que encuentran en los centros donde estudian sus hijos.
    Los que no hemos tenido la suerte de asistir a colegios como el Prícipe de Asturias,también salimos adelante, unos mejor y otros peor, en la educación no existe la magia, sino el esfuerzo y el trabajo, pero lo que tengo claro, es que mi recuerdo del cole, Sofía, no se parece en nada al tuyo.

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  3. Justo ahora estoy estudiando el texto de un profesor, Amador Guarro, experto en asesoramiento a centros de educación secundaria para la motivación de la cultura profesional colaborativa en los institutos y la mejora de la calidad del trabajo de los profesores y de aprendizaje de los alumnos en alas de una mejora en la Calidad de la Educación Pública.
    Creía, y ahora lo estoy descubriendo, que hay mucha gente preocupada en estos temas, se ha avanzado mucho desde los años 80 que describía en el Blog. Sólo que no se les suele dar voz , ni se les tiene en cuenta para la trasformación de nuestras escuelas porque prevalece la “política de titular” (en medios de comunicación) y no la “política de la calidad” (asesorada por expertos). Además esto se une a que no se nos da más educación como padres que la que vemos por la tele como buena y prevalecen temas como bilingüismo, concertada, etc como signos de calidad educativa para la gente de la calle ajena al mundo de la educación. Estamos muy lejos, pero estoy convencida de que granito a granito en cada centro educativo se pueden hacer muchas cosas. El ejemplo es el Principe de Asturias, que frente a todo ahí sigue.

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  4. Felicidades por el blog, muy interesante e instructivo. Un abrazo de sesentona

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